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sábado, 3 de septiembre de 2011

Un hotel de cien estrellas




Hay muchos festivales de cine, pero pocos o ninguno de Radio y Televisión. A buen seguro, algo así se les pasaba por la cabeza a Joseba Fiestras y Javier Padilla cuando idearon el Festival de Televisión y Radio de Vitoria-Gateiz (FesTVal). Si unes una buena idea y una buena organización, tienes el éxito asegurado. Y así ha sido. La tercera edición ha superado todas las expectativas. El FesTVal se ha consolidado. Puertas adentro, los contenidos se han depurado. Puertas afuera, la alfombra roja es testigo cada día del tirón popular de las estrellas televisivas.

Por nuestra parte, no nos hemos visto en otra igual. Y es que durante estos tres años hemos “resistido” simpáticos y sucesivos asedios. Docenas de fans apostados a la salida, a la caza de autógrafos, cámara en ristre, durante horas y horas. Aguardan, incansables, a los actores que han venido al estreno de las nuevas series de televisión de las cadenas generalistas. En cada ocasión ha habido de todo y para todos, para los fans adolescentes  (Física y Química,  El Barco), para los padres (Cuéntame cómo pasó, La República) y para el televidente medio.


Durante las ediciones pasadas, el vestíbulo del hotel parecía un gran plató de televisión. Al ir, te cruzabas con el Doctor Mateo y con Águila Roja; al volver, con Javier Sardá y María Teresa Campos.“Rien ne va plus”, pensaba uno. Y en cambio, este año acogemos a Antonio Resines, Pepón Nieto, Alexandra Jiménez; Hugo Silva, Eduardo Noriega, Verónica Sánchez, Alejo Sauras, Mario Casas y otros actores, sin olvidar a los monologuistas del Club de la Comedia, los cómicos de Vaya Semanita, a los homenajeados Ana Rosa Quintana, Matías Prats y Luis Del Olmo, y a otros muchos. Me disculparéis que no cite a todos, porque la lista es interminable.

Os preguntaréis cómo es eso de tener albergadas a tantas estrellas. Digamos que siente uno una extraña sensación de familiaridad. Es gente que no conoces, pero a la que tienes todo el día “dentro de casa”. Una sensación curiosa esa de cruzarse en persona con quien sueles ver dentro de un marco de unas docenas de pulgadas. Muchos de ellos han posado con nosotros para nuestra página de Facebook. El personal se siente privilegiado. Lo cierto es que da mucho juego para las conversaciones con los amigos. Que si es más alto de lo que parece en la tele, que si más bajo, que si se conserva, o está estropeado, que si es agradable al trato.

“¿Cómo son?” -preguntan mis amigos. Y yo, después de pensármelo un segundo, suelo decirles que parece que no existan fuera de la ficción, pero sí, y es gente más humana que divina. Y que en el hotel hemos observado que hay una regla que se cumple casi siempre: el que es importante no necesita darse importancia, y al contrario.

Ha sido divertido. Hemos trabajado mucho, codo con codo con la organización, a quien no podemos dejar de agradecer la confianza que depositan en nosotros. Por unos días hemos hospedado a muchas estrellas. No diremos que tantas como tiene el firmamento, pero sí que éste ha sido por una vez un hotel de cien estrellas.

Javier de la Fuente  

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